Las variables de entrenamiento tradicionalmente manipuladas para prescribir y controlar los programas de entrenamiento de fuerza son las repeticiones, series, intervalos de tiempo e intensidad (Bird et al., 2005; Kraemer y Ratamess, 2004; Pereira y Gomes, 2003). De estas, la intensidad del ejercicio es ampliamente reconocida como la variable más importante en el entrenamiento de fuerza, siendo, normalmente, reflejada como un porcentaje la carga máxima (%-1RM) que se puede levantar en una sola elevación (Fry, 2004; Kraemer y Ratamess, 2004; Pereira y Gomes, 2003). Para informar este valor, por lo tanto, es necesario establecer primero la 1RM para cada participante y ejercicio.

Normalmente se utilizan tres métodos para determinar la 1RM: (i) el método directo, que consiste en medir el peso máximo que se puede levantar en una sola elevación (este método generalmente se aplica a atletas e individuos entrenados), (ii) el método de predicción, que estima la 1RM a partir de la ejecución de varias repeticiones submáximas y utiliza factores de conversión o ecuaciones de regresión y (iii) métodos basados ​​en la velocidad de movimiento.

Aunque la medición de una repetición máxima es el “gold standar” para la evaluación de la fuerza (Franklin et al., 2000), puede que no represente el máximo verdadero del participante cuando el ejercicio se realiza incorrectamente o por participantes inexpertos (González-Badillo y Sánchez-Medina, 2010). Además, este método puede ser peligroso para los deportistas jóvenes o las personas que no están acostumbradas al entrenamiento con pesas, ya que puede provocar dolor muscular o riesgo de lesión muscular (Braith et al., 1993). Otros autores indican que este método consume tiempo y es difícil de llevar a cabo con participantes ancianos y físicamente inactivos (Rontu et al., 2010).

Por su parte, los métodos de predicción son los más utilizados en el ámbito de la salud y el entrenamiento físico, cuando una elevación máxima puede suponer un riesgo para la salud o, incluso una posible lesión (Brzycki, 1993; Mayhew et al., 1995, 2002). Estas ecuaciones derivan de la carga más pesada que el participante puede levantar durante un número predeterminado de repeticiones, una carga dada para tantas repeticiones como sea posible en un tiempo predeterminado, o induciendo fatiga dentro de un rango específico de repeticiones (Chapman et al., 1998).

Otra forma de controlar el entrenamiento de fuerza se basa en la velocidad de movimiento. Aunque la relación entre la velocidad y la fuerza se estableció hace casi un siglo (Hill, 1938), no se ha utilizado como un método para controlar la intensidad de la carga en el entrenamiento de fuerza hasta hace poco tiempo. Varios autores han destacado la importancia de la velocidad en la prescripción y el control del entrenamiento de fuerza, aunque hasta hace poco no era posible medir con precisión la velocidad en los ejercicios típicos de entrenamiento de fuerza. En esta línea, estudios recientes han establecido una relación entre la velocidad de movimiento y el %-1RM para una variedad de ejercicios como el press de banca, la sentadilla, dominadas… (González-Badillo y Sánchez-Medina, 2010; Jidovtseff et al., 2011; Rontu et al., 2010, Randell, et al., 2011). Estos autores demostraron que era posible estimar el %-1RM a partir de una medición de la velocidad de movimiento utilizando una ecuación de regresión lineal.

Así, esto estudios mostraron que: (i) se pueden establecer predicciones precisas utilizando cargas submáximas con pequeñas diferencias entre la fuerza estimada y la medida; (ii) no es necesario realizar una 1-RM o probar el número máximo de repeticiones hasta el fallo; (iii) el %-1RM que se está movilizando podría determinarse tan pronto como la primera repetición para cualquier carga submáxima dada y (iv) la carga de entrenamiento se puede prescribir y monitorear de acuerdo con la velocidad de movimiento.

Bajo esta perspectiva, nuestro grupo de trabajo, ha publicado recientemente un artículo en la revista Journal of Strength and Conditionaing Research, titulado “Predicting loading intensity measuring velocity in barbell hip thrust exercise”. De esta forma, hemos desarrollado una nueva ecuación predictiva para un ejercicio muy utilizado en el entrenamiento de fuerza como es el “Hip Thurst”. En la tabla se puede observar la relación existente entre el %-1RM y la velocidad media (VM) y la velocidad media propulsiva (VMP).  Igualmente, el siguiente enlace puedes descargarte el artículo (ARTÍCULO).

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Referencias Bibliográficas

  1. Bird S. P., Tarpenning K. M., & Marino F. E. (2005). Designing resistance training programmes to enhance muscular fitness: A review of the acute programme variables. Sports Medicine, 35, 841–851.
  2. Braith R., Graves J., Leggett S., & Pollock M. (1993). Effect of training on the relationship between maximal and submaximal strength. Medicine & Science in Sports & Exercise, 25, 132–138.
  3. Brzycki M. (1993). Strength testing—predicting a one-rep max from reps- to-fatigue. Journal of Physical Education, Recreation & Dance, 64, 88–90.
  4. Chapman P. P., Whitehead J., & Binkert R. (1998). The 225-lb reps-to- fatigue test as a submaximal estimate of 1-RM bench press perfor- mance in college football players. Journal of Strength Conditioning Research, 12, 258–261.

  5. Franklin B. A., Whaley M. H., Howley E. T., & Balady G. J. (2000). American College of Sports Medicine. ACSM’s guidelines for exercise testing and prescription (6th ed.). Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins.

  6. Fry A. C. (2004). The role of resistance exercise intensity on muscle fibre adaptations. Sports Medicine, 34, 663–679.

  7. González-Badillo J. J., & Sánchez-Medina L. (2010). Movement velocity as a measure of loading intensity in resistance training. International Journal of Sports Medicine, 31, 347–352.
  8. Hill A. V. (1938). The heat of shortening and the dynamics constants of muscle. Proceedings of Royal Society London Serv. B, 126(843), 136–195.
  9. Jidovtseff B., Harris N. K., Crielaard J.-M., & Cronin J. B. (2011). Using the load-velocity relationship for 1RM prediction. Journal of Strength and Conditioning Research, 25, 267–270.
  10. Kraemer W. J., & Ratamess N. A. (2004). Fundamentals of resistance train- ing: Progression and exercise prescription. Medicine & Science in Sports & Exercise, 36, 674–688.
  11. Mayhew J. L., Prinster J. L., Ware J. S., Zimmer D. L., Arabas J. R., & Bemben M. G. (1995). Muscular endurance repetitions to predict bench press strength in men of different training levels. Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 35, 108–113.
  12. Mayhew J. L., Ware J. S., Cannon K., Corbett S., Chapman P. P., Bemben M. G., . . . Slovak J. P. (2002). Validation of the NFL-225 test for predicting 1-RM bench press performance in college football players. Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 42, 304–308.
  13. Pereira M. I., & Gomes P. S. (2003). Movement velocity in resistance training. Sports Medicine, 33, 427–438.
  14. Randell A. D., Cronin J. B., Keogh J. W. L., Gill N. D., & Pedersen M. C. (2011). Effect of instantaneous performance feedback during 6 weeks of velo- city-based resistance training on sport specific performance tests. Journal of Strength and Conditioning Research, 25(1), 87–93.
  15. Rontu J.-P., Hannula M. I., Leskinen S., Linnamo V., & Salmi J. A. (2010). One-repetition maximum bench press performance estimated with a new accelerometer method. Journal of Strength and Conditioning Research, 24, 2018–2025.

Skeletal muscle functional and structural adaptations after eccentric overload flywheel resistance training: a systematic review and meta-analysis

La práctica regular de ejercicio físico ha demostrado tener efectos beneficiosos sobre la salud psicológica; la cual está asociada a la práctica regular de ejercicio físico, independientemente del tipo de ejercicio practicado. Las personas que realizan ejercicio regularmente tienden a percibir mayor grado de salud, menor nivel de estrés y mejor estado de ánimo.

Son numerosas las investigaciones que avalan los beneficios del ejercicio físico en diferentes ámbitos del bienestar psicológico: mejora la salud subjetiva, el estado de ánimo y la emotividad (Biddle, Fox y Boutcher, 2000), reduce la depresión clínica (Lawlor y Hopker, 2001), disminuye los niveles de ansiedad (Akandere y Tekin, 2005), favorece el afrontamiento del estrés (Holmes, 1993), incrementa la autoestima (McAuley, Mihalko y Bane, 1997), etc. Además las repercusiones del ejercicio en distintas variables psicológicas como la ansiedad (Petruzzello, Landers, Hatifield, Kubitz y Salazar, 1991), la depresión (McDonald y Hodgdon, 1991) o la reactividad al estrés (Crews y Landers, 1987) han informado de un tamaño de efecto del ejercicio físico de efecto moderado.

¿Con qué frecuencia, duración e intensidad se debe entrenar?

Es recomendable que se practique ejercicio físico entre 3-5 días por semana para conseguir mejoras significativas en trastornos de ansiedad al cabo de 10 semanas o de 5 semanas para algunos trastornos depresivos.

Por lo que respecta a la duración, se establecen unos mínimos que oscilan entre los 20-30 minutos. En general, parece haber cierta coincidencia en el intervalo 20-60 minutos por sesión, por debajo de los 90 minutos semanales no se consiguen efectos beneficiosos sobre la salud percibida, el estrés y los estados afectivos, o bien lo suficiente para provocar un gasto energético entre 200 y 300 kilocalorías (Miguel, Martín y Navlet, 2001). En cuanto a la intensidad, habría que determinarla con relación a la forma física de cada persona y, un ejercicio saludable sería aquél que se encontrara entre el 50% y el 85% del consumo máximo de oxígeno. Así pues, tomando como referencia la frecuencia cardiaca (pulsaciones por minuto), la actividad física saludable no debería sobrepasar el 85% de la frecuencia máxima (220 – edad).

¿Qué tipo de ejercicios son los más adecuados practicar?

En relación con el tipo de ejercicio adecuado para determinados trastornos como la depresión o la ansiedad, se concluye que es eficaz tanto el ejercicio cardiovascular de baja intensidad y largo tiempo como el de fuerza de alta intensidad y bajo tiempo. No obstante, con respecto a los trastornos de ansiedad, hay que matizar que no son recomendables los deportes que requieran un alto grado de concentración (tenis, tenis de mesa, etc.), ya que pueden producir tensión más que relajación.

Beneficios resultantes de practicar actividad física

Al realizar actividad física, además de sus efectos propios previamente comentados, también favorece los hábitos de vida saludables, como puedan ser el dejar de fumar, de ingerir alcohol, la correcta nutrición, los buenos horarios de descanso, la reducción de grasa, la mejora del nivel de estrés y estado de ánimo, así como la reducción de tristeza y fatiga aparente y un mayor nivel de vigor.

Dicho por psicólogos y psiquiatras, la actividad física de mínimo 30 minutos al día durante toda la semana de manera moderada, previene en cierto modo la aparición de trastornos mentales y estabiliza la salud mental.

Entorno laboral y su afectación a la salud mental

El entorno laboral es reconocido como una importante fuente de estrés psicológico debido a las demandas laborales y presiones. Esto puede llevar a resultados adversos para la salud mental y deterioro del bienestar psicológico. Muchas organizaciones hacen intervenciones para mejorar la salud mental tales como terapia cognitiva conductual,  meditación, relajación y la respiración profunda. La actividad física también puede ser una intervención efectiva.

El yoga es una forma de actividad física, que se centra no solo en el bienestar físico sino también en el bienestar psicológico, nutriendo la salud mental. Combina la actividad física /posturas de intensidad baja a moderada que se centran en ejercicios de estiramiento muscular, técnica de meditación y regulación de la respiración.

¿Cómo el ejercicio de fuerza produce esa mejora psicológica?

Al realizar ejercicio de fuerza se produce una elevación de endorfinas en el sistema nervioso central (SNC) que disminuye los niveles de cortisol, altera neurotransmisores, estimula la producción de serotonina y norepinefrina, y aumenta los niveles de activación cerebral. Las endorfinas son elevadas por el ejercicio y liberadas en el torrente sanguíneo de la pituitaria, resultando en estados de ánimo mejorados. Se conoce que el ejercicio aumenta la permeabilidad de la sangre hacia el cerebro y apoya el paso seguro de endorfinas al cerebro y al SNC. Los efectos inhibitorios de las endorfinas en el SNC tienden a minimizar las molestias del ejercicio, causando sensación de euforia, estado de ánimo positivo y sensación de calma después del ejercicio.

Además el ejercicio físico estimula el sistema nervioso simpático activando la transmisión sináptica de monoaminas, que aumenta las concentraciones de estos neurotransmisores; los cuales tienen el mismo efecto que los antidepresivos.

BIBLIOGRAFIA

  1. Jiménez, M. G., & Martínez, P. (2008). Bienestar psicológico y hábitos saludables: ¿están asociados a la práctica de ejercicio físico?, 8, 19.
  2. Chu, A. H. Y., Koh, D., Moy, F. M., & Müller-Riemenschneider, F. (2014). Do workplace physical activity interventions improve mental health outcomes? Occupational Medicine (Oxford, England), 64(4), 235-245.