Las lipoproteínas sanguíneas están formadas por diversas cantidades de colesterol (C), triglicéridos (TG), fosfolípidos y apolipoproteínas (Apos). ApoA1 es la principal proteína estructural de las lipoproteínas de alta densidad (HDL), representa ~70% de la proteína HDL y media en muchas de las funciones antiaterogénicas del HDL. Por el contrario, la ApoB es la lipoproteína de baja densidad (LDL) predominante y es un indicador de LDL circulante, asociado con un mayor riesgo de enfermedad coronaria (CHD). Por lo tanto, la proporción de ApoB a ApoA1 (ApoB/ApoA1) se utiliza como marcador indirecto del riesgo de CHD relacionado con las lipoproteínas. Los niveles elevados o anormales de lípidos y/o lipoproteínas en la sangre son un factor de riesgo significativo de CHD, y varios estudios respaldan la idea de que el ejercicio aeróbico reduce el riesgo de CHD al reducir parcialmente los niveles séricos de TG y LDL-colesterol (LDL-C) y aumentar  los niveles de HDL-C. El ejercicio también ejerce un efecto sobre la maduración y composición del HDL-C y sobre el transporte inverso de C desde las células periféricas al hígado para favorecer su catabolismo y excreción. Este proceso previene la aterosclerosis, y varios estudios han demostrado que el ejercicio físico aumenta el metabolismo de los lípidos y protege contra las enfermedades cardiovasculares. Así, parece cada vez más que el ejercicio regular, la nutrición y las estrategias para modular el perfil de lípidos deben verse como un todo integrado. El propósito de esta revisión es evaluar los efectos del entrenamiento de resistencia sobre los biomarcadores de lípidos no tradicionales, incluidos ApoB, ApoA1 y ApoB/ApoA1, en el riesgo de cardiopatía coronaria.